jueves, 14 de agosto de 2008

Reflexiones Olímpicas

Cuando estaba en la primaria, en los años de la Cuarta no me preocupaba mucho el asunto del deporte. Como a la inmensa mayoría que me lee, al llegar al liceo, me encontré con un sistema basado en el hecho de que para ser considerado excelente estudiante, tenía que ser alumno 20 puntos en todo...incluso en el deporte. El objetivo no era que yo aprendiera, sino que llegara a figurar en un "Cuadro de Honor", abominable práctica de la competitividad mal entendida que pregona el Capitalismo Salvaje. Quien inventó semejante taradez (y espero que no haya sido el Maestro Don Luis Beltrán Prieto) pensaba más en la Antigua Grecia que en el mundo actual, donde la tentación por no hacer deportes y "criar carnes" como el ganado es cada vez mayor. En la Antigua Grecia, una persona era apreciada por su buen físico, por ser buen deportista y por practicar alguna disciplina intelectual. En nuestro medio y nuestra época, ¿tiene sentido pensar así, habiendo aún analfabetismo, además de obesidad y desnutrición, a partes desiguales?.

Por eso, motivado por un artículo del montañista aficionado Marcelo Colussi, hago mi reflexión, puesto que ya no me interesa sentarme ante el televisor, viendo unos Juegos Olímpicos, a no ser que el prestigio de nuestro país esté en juego. No terminaba de explicar en términos racionales mi aversión, hasta que leí el artículo de Colussi y considero que su punto de vista es acorde a esa actitud. No lo digo porque yo mismo no haya sido atleta, ni siquiera brillante, de competencia, ni héroe deportivo, aberración inventada por los comentaristas deportivos nuestros, tan dados a la deformación del lenguaje y a las hipérboles absurdas. Es porque los Juegos Olímpicos de hoy día están contaminados por ese espíritu capitalista de pisarle los talones a los contendores no importa de que se valga quien compita. Eso es lo de menos: ¿hay que hacer caso de las ingenuidades de alguien como el Barón Pierre de Coubertain?.

Es por eso que, pese a las amenazas del bueno del Sr. Juan Antonio Samaranch, todavía hay atletas que llegan a la competencia con unas cuantas notas de estimulantes encima, como en el caso de la ciclista española María Isabel Moreno, que ahora no sabe como ahogar la vergüenza de haber sido descubierta haciendo trampa. Es por eso, que hay árbitros y jueces que, por los favoritismos o por el tentador color del dinero, le hacen la vida imposible a atletas que, según sus torcidos criterios, no tienen oportunidad alguna. Algo de esto, ya lo comenta a viva voz la selección masculina nuestra de volibol que compite en estos Juegos Olímpicos. El atleta que mejor se desempeña, puede ser al mismo tiempo quien venda mejor. El atleta termina pareciéndose a las personas que denominan "hombres-anuncio". ¿O es que no sabemos las fortunas que invierten NIKE, PUMA, ADIDAS, SPALDING y un largo etcétera buscando nuevos y mejores modelos publicitarios?. Una contradicción salta a la vista en este punto: las cadenas de comida rápida, cuestionadas una y mil veces por impulsar hábitos de comer para nada saludables, son patrocinantes de equipos enteros.

Mención aparte merece la actitud que se nota en ciertos deportistas que no pueden soportar la idea de perder. En los países de la orbe soviética, el ganar una competencia casi que era cuestión de vida o muerte. Han quedado resabios de ello en algunas atletas chinas que lloran y se deprimen por no poder llegar a lo más alto. Desconocen la filosofía de la madre del cantautor colombiano Juanes: la vida es un ratico. Si es tan breve la vida, ¿vale la pena preocuparse por algo tan transitorio como un registro olímpico?. Hay pues la misma falla moral de siempre: no saber ganar y no saber perder. Por eso no vale la pena sufrir por amor, dice el bolero.

Por eso, ya no me molesto en creer la vieja e ingenua historia de la hermandad deportiva, del espíritu de competencia. Llegó hace rato el momento de sepultar al ingenuo del Barón de Coubertain entre montañas de dinero y la falta de compromiso de algunas gentes de masificar el deporte y no hacerlo mero espectáculo más parecido a las carreras de caballos que a competencias entre humanos.

¿Continuará?

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