jueves, 29 de julio de 2010

A la memoria de la General Doña Manuela Saenz

¡Pero si siempre se ha quedado!

Evoco el episodio inventado por la imaginación de Gabriel García Márquez en "El General en su Laberinto", cuando el Libertador, ya alejado de Bogotá, habla con su Edecán Daniel Florencio O'Leary y él le dije que la gente murmura que Bolívar no se va, porque Manuela se queda. Y Bolívar le responde: "¡Pero si siempre se ha quedado!". Y digo, con García Márquez, que no es, ni será jamás cierto que Mi General Doña Manuela Saenz Aispuru se reencuentre con su amor de pasión libertaria y de escándalo público. No será ello posible, pues siempre se ha quedado a pesar de las distancias de la Muerte. No se como son las cosas en la Dimensión Desconocida, pero de lo que podemos estar seguros es que, al menos, su espíritu indomable, "sin cura" siguió al lado de él, aunque no existiera, aunque pretendieran borrarlo. Debió ser inevitable que hablara del hombre y del ideal al que siguió, en sus últimos años, con quien deseara escucharla, compartiendo "las cenizas de la gloria" ya fuera con el patriota italiano Giuseppe Garibaldi, el Maestro Libertario Don Simón "Samuel Robinson" Rodríguez o con el marino, aventurero empedernido y escritor estadounidense Herman Melville.

Los retratos que han aparecido de esta mujer "de armas tomar", no alcanzan a mostrar lo que en ella se escondía, al defender su amor de las veleidades del propio Libertador, y aún más, los ideales libertarios, cosa que ya había reconocido el propio José de San Martín. Detrás de esa imagen, demasiado convencional y adocenada de la época, se escondían un drama y un carácter que no fueron estudiados, a causa de los pseudohistoriadores que pretendieron implantar en la "memoria oficial" como Libertador a un hombre extraño y ocultaron a su compañera de sus últimos años. Nadie imagina a una mujer como ella, en un pleito de celos casi arrancándole la oreja a su pareja y reclamándole en lenguaje impublicable, quizás, sus infidelidades y su "sordera" al ignorar sus advertencias sobre los "nidos de alacranes", sobre los que se sentaba y los atentados que contra él se urdían. Le tocó, no había modo, disfrazar esas advertencias con actitudes escandalosas, para sus contemporáneos...y vaya que si todo eso sirvió. No se retrata como ella, mujer dura, pudiera emocionarse hasta las lágrimas, viendo a un indígena al final de una cruel batalla, que le daba las gracias porque estaba herido, golpeado, enfermo, vuelto casi trizas...pero era libre.

No puedo imaginarme a una mujer así, a raíz de la muerte de su amado compañero sentimental y de luchas, errando de aquí para allá, a causa de quienes la condenaron al ostracismo. No concibo que ella, que compartió 8 años de juventud con Don Simón, a la hora de las "cuentas finales", no le quedara ni medio peso partido por la mitad en el Testamento del 10 de Diciembre de 1830, motivo por el cual, el historiador Jorge Mier Hoffman duda de su autenticidad, ni como no pudo reclamar lo que le tocaba por ser en otro tiempo, la esposa del inglés, "insípido y sin gracia", James Thorne. No podría entender que debió doblegarse al peso de la realidad que la hizo sobrevivir, a duras penas, haciendo tejidos, dulces, tabacos y leyendo la baraja al lado de sus esclavas "inmortales y guerreras", Jonatás y Nathán, tan ocultas como ella.

Pero fue así. Un mal día, una peste de difteria, dicen unos y otros dicen que de otra cosa, minusválida por alguna imprudencia que le ocasionó una fractura en su cadera, murió en aquel rancho insalubre, al lado de sus acompañantes de siempre, añorando siempre al hombre que el destino le arrebatara, sin el consuelo, al igual que aquel hombre, de la caridad pública. Ni siquera vendida y traicionada, como él, sino cubierta de una costra de olvido y desprecio, más gruesa que la capa de tierra y argamasa con que quedó sepultado su cadaver incinerado en fosa común. Aún hoy, es víctima, aunque ya esté lejos de todo mal, pues no faltan "escritores" que aún hoy le cobran y reclaman su supuesto papel secundario y de habersele pegado como insecto parasitario al Libertador, sabrá Dios para qué cosas. Ésta es la miseria humana en acción.

Por fortuna, no falta quien la reinvidique, aunque alguien se pregunté para qué. Pero se que utilidad tiene eso: es preciso, saber de donde venimos, de donde proceden nuestros ideales de libertad, para poder apreciar mejor las libertades democráticas, por lo que es, el reescribir la Historia, una tarea impostergable. No podremos levantar de la tumba a Doña Manuela, claro, pero en algún lado donde ahora se encuentre ese espíritu contestatario y rebelde, habrá el caso de que sepa que no luchó en vano. Eso es lo que importa y no tanto un ceremonial con una urna que contiene la tierra donde fuese sepultada, sin mayor aparato. Así que no se reencontrará con Mi General Simón Bolívar, como alguien dice, pues siempre se ha quedado en la memoria popular, en la memoria de los pueblos libres del mundo y de ahí no se marcha, digan lo que digan.

Sirvan, pues, estas líneas improvisadas, hechas sin el rigor de los historiadores para decirle a Doña Manuela Saenz Aispuru que, aunque luchara en vano para retener a su amor fugitivo, no aró jamás en el mar. Que de algo valió su lucha. Y por eso, tenemos libertad, que ya es mucho tesoro.

¡Bienvenida, Mi General de Mujeres y Hombres Libres, Doña Manuela!.
Publicado en Aporrea:
http://www.aporrea.org/tiburon/a103599.html

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